Para entender correctamente la evolución que tuvo el arte, especialmente el Barroco en la Contrarreforma, es pertinente adentrarnos un poco en el contexto histórico de esa época.
En el siglo XVI en Alemania hubo un cisma dentro de la Iglesia católica que dio lugar a la fundación de la religión protestante, que con el tiempo se subdividió en varias iglesias. A este movimiento que quebrantó la unidad de la Iglesia católica se le llama Reforma. La respuesta que dio la Iglesia de Roma a la Reforma se le conoce como Contrarreforma católica, que se inició hacia 1570 y duró cerca de cien años.
Con la Contrarreforma católica, la Iglesia se dedicó a reafirmar su doctrina, defender sus tradiciones y reformar sus costumbres para defenderse de los protestantes. Para ello, tomó varias acciones como no permitir más corrupción entre los miembros del clero, fundó nuevas órdenes religiosas para fortalecer a la institución, etcétera. Entre las manifestaciones culturales de la Contrarreforma católica en Europa estuvo el desarrollo del estilo barroco en el arte.
El arte barroco, principalmente en pintura y escultura, tuvo como función difundir el credo católico entre la gente común. Su intención fue introducir al fiel a los misterios de la fe a través de los sentidos y mostrarle la gloria celestial a la cual podía aspirar.
La expresión artística barroca se caracteriza por sus formas atractivas y su temática exclusivamente religiosa. En estas obras se crean ilusiones de espacio, contrastes de color, de luz y sombra, y diversos artificios visuales que atrapan la mirada y la sensibilidad del espectador. Dentro de la arquitectura se destaca Lorenzo Bernini y en la pintura la obra de el Caravaggio y de Rubens.
El triunfo de este estilo artístico dominó buena parte del siglo XVI y se extendió por los países católicos europeos, así como por el Nuevo Mundo porque España, el país católico más poderoso y más fervientemente religioso, acogió de inmediato el estilo barroco y lo llevó a sus colonias americanas.
Para entenderlo un poco mejor, me tomaré la libertad de citar un pequeño fragmento del libro de Emilio Orozco denominado Mística, plástico y barroco:
<<El Barroco, sea como fuere y en parte debido a la crisis, transcurre en un mundo hecho de apariencias y lleno de amenazas, incertidumbres, contradicciones, desengaños, violencias y paradojas; de hombres que, de tanto convivir con la muerte, con miserias espirituales y materiales, derrochan pesimismo y melancólicos sentimientos de caducidad, cansancio vital y derrota causantes de desesperación, anulación de las cosas mundanas, hedonismo o renuncia estoica.
De ahí que impere la huida hacia adelante para superar el desánimo, la desesperanza y el miedo o, dicho de otra manera, la sustitución de la realidad hostil por una pararrealidad, menos desagradable y más atractiva, exhibicionista y teatral, organizada en apariencias y, mediante la saturación de los sentidos, gobernada desde la emoción. Había, claro está, que mejorar la imagen que la sociedad tenía de sí misma, ofertándole un modelo realista, distinto al renacentista, en el que se gustara, reconociera y, en última instancia, se convenciera de la bondad de los valores e instituciones que la regían. La finalidad no era otra que, impresionando a los ojos y los oídos, elevar la condición humana y, a la vez, minimizar la disidencia y enaltecer la obediencia y la satisfacción. En este clima barroco, algo apocalíptico y catártico, cualquier cosa, la vida en suma, se teatraliza. El arte, las creencias, el dinero, la muerte, la pobreza y el poder devienen espectáculos cotidianos que, resaltando la inconsistencia y vanidad de lo terreno, aleccionan, conmueven, distraen, evaden de una aparatosa realidad y deleitan.
La religión, el único medio de salvación en una atmósfera asfixiante, va a tener una función compensatoria y didáctica de primer orden. Aliada a las componendas del Trono, se ajustará a los esquemas de la confesionalización ―el método, sobrado en violencia, de imposición del credo oficial― y de un premeditado disciplinamiento social que, en beneficio de la Iglesia y del Estado, busca las prácticas religiosas y los comportamientos cívicos ideales de una comunidad homogénea y unitaria. A decir de E. Orozco, si no todo el Barroco, como querían Weisbach y Braudel, es catolicismo militante, tampoco se puede entender sin la Contrarreforma; porque, una parte importante de sus manifestaciones y de su sensibilidad adquieren consistencia en la regeneración que experimenta la Iglesia de Roma debido a las expansivas corrientes ascéticas y devocionales que impregnan la época. Cultura barroca y Reforma Católica forman un binomio de difícil disociación. No obstante, y de ahí la respuesta de Orozco a su obra, Maravall considera desmedido el protagonismo dado al fenómeno religioso frente a los factores ideológicos y socio-políticos, a las estructuras de poder que él coloca en la cúspide de los determinantes.
Lo variopinto de las interpretaciones esbozadas no hace más que poner de relieve la complejidad del tema y los múltiples puntos de vista desde los que se puede enfocar. Nadie tiene la razón y todos la tienen en idéntica proporción. Mas siempre, y de acuerdo a mis investigaciones, me ha parecido muy equilibrada la de Orozco, porque, sin negar la opción de su colega “oponente”, no hace otra cosa que llamar la atención sobre la importancia de la religión en el Barroco, y dentro de ella de la espiritualidad contrarreformista, circunstancia de la que, frecuentemente, prescindía Maravall cuando seleccionaba discursos ideológicos representativos y a la hora de brindar explicaciones ideológicas. Ciertamente, y refiriéndome ya a la cuestión que va a centrar mi atención, entre los libros que circulaban en el siglo XVII, en España y en los que deja ver la documentación disponible, son mayoría (en torno al 60%) los de asuntos religiosos. Los adiestrados en estas lides saben que entonces la lectura era fundamentalmente un ejercicio intensivo y sagrado, pues la vida no tenía otra meta que Dios y la salvación del alma. Algo muy parecido ocurre con el material tipográfico que se enviaba a Indias y en el que allí circulaba, concretamente en los registros de navíos de la primera mitad del Seiscientos aproximadamente el 65% de los impresos anotados corresponden a disciplinas religiosas, porcentaje que se repite (el 60%) en la estructura temática que deparan los 600 inventarios post mortem de inmigrantes españoles, residentes en Nueva España y Perú entre 1600 y 1680, que en su momento manejé>>
“Orozco, Emilio: Mística, plástica y barroco, Madrid, Copsa, 1977”
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